Haz memoria. Piensa en una etapa de tu vida, la que quieras, la más feliz. Recuerda cómo te veías en ese momento, cómo te sabían las cosas, qué sentías. Ahora haz otro ejercicio: intenta recordar esa misma etapa pero sin las personas con las que la compartiste. ¿Podrías? ¿Qué sientes cuando recuperas tus recuerdos y los ligas a quienes estuvieron contigo, a sus rostros, sonrisas, aromas, tonos de voz?
¿Por qué los seres humanos somos tan apegados a la nostalgia y al recuerdo? ¿Por qué escuchamos la música de nuestros años pasados, repasamos fotografías de cada etapa de nuestra vida o buscamos en línea capítulos de nuestras series favoritas transmitidas hace décadas? Quizá porque coincidimos con Víctor Hugo, poeta, dramaturgo y novelista francés del siglo XIX: “La melancolía es la dicha de estar triste”. Pero, ¿cómo podemos experimentar felicidad y tristeza al mismo tiempo? Más aún: ¿cómo es que sentimos placer en la melancolía?
Hace décadas, cuando para tener una foto no bastaba con sacar el celular y hacer clic, Kodak, la principal marca de cámaras y rollos fotográficos de entonces, popularizó un gran eslogan que apelaba a una realidad con mucha resonancia en nuestro universo emocional: “Recordar es volver a vivir”.
Vuelve a tu ejercicio de memoria. Busca de nuevo entre tus recuerdos de esa etapa de tu vida (esas fotos mentales) uno que se ligue a un momento específico que hayas tenido. Una escena en las vacaciones familiares, aquella vez que no paraste de reír con tus amigos de la universidad o el día de tu graduación son algunos ejemplos. Ahora responde esta pregunta: ¿qué sientes por no poder regresar el tiempo y saber que esos días no se repetirán jamás?
Retomando a Víctor Hugo, lo que sentimos cuando nos reconocemos nostálgicos o melancólicos es una mezcla agridulce de emociones. Nos entristece que el pasado sea irrecuperable, pero nos da alegría saber que alguna vez pudimos disfrutarlo. Y parte de esa alegría de lo irrepetible va ligada a los recuerdos de las personas con las que convivimos, de modo que son también los recuerdos de las personas lo que incrementaría nuestra felicidad al recordar esas etapas.
Así como lo lees. Una investigación auspiciada por Harvard, que se realiza desde hace más de ochenta años, ha develado algo fundamental: lo más importante para ser felices y mantenernos saludables es cultivar relaciones interpersonales de calidad.
El ejercicio que acabamos de hacer es prueba de ello: remontarnos al pasado y evocar momentos que siguen siendo especiales nos hace ver que, por más que pase el tiempo, seguimos conectados con nuestro pasado y con las personas que formaron parte de él. Y esa melancolía memoriosa nos hace sentir placer.
En el episodio de la serie documental En pocas palabras, disponible en Netflix, sobre “Recuerdos” (que puedes encontrar también en Youtube con el título “Why your shoddy memory is actually a good thing”) podemos ver cómo son las emociones las que fijan la memoria y crean fragmentos sobre el hecho que vivimos y nos marcó. Así podemos recordar aromas, texturas, o detalles que incluso no estaban realmente ahí, gracias al trabajo emocional de nuestra mente y a lo que sentíamos al capturar esos momentos. Volver a vivirlos es también volver a sentir.
Lo que hoy somos se debe a lo que fuimos, a lo que nos pasó, a las decisiones que tomamos y a la gente con la que tuvimos o tenemos todavía algún tipo de relación.
Nos entristece que el pasado sea irrecuperable, pero nos da alegría saber que alguna vez pudimos disfrutarlo
Aquellos años maravillosos
En la década de los 80, terminando la transmisión del Super Bowl XXII, la cadena de televisión ABC lanzó el piloto de una serie que años después se convertiría en todo un clásico. Reconocido por la revista TV Guide como uno de los mejores programas, The Wonder Years, o Los años maravillosos, como la conocimos en México, nos regaló un total de 115 episodios llenos de nostalgia.
Narrada por el propio personaje protagonista, Kevin Arnold, veinte años después de ocurridos los hechos, la serie debe su éxito a la sensibilidad con que el protagonista recuerda sus años de juventud, que logra contagiarnos de sus emociones y, sobre todo, nos hace pensar en la trascendencia que tienen los maestros y compañeros de la escuela en nuestra vida. Sin duda, son importantes en los tiempos de estudiante, pero sigue siéndolo en nuestro camino profesional, como nos lo demuestra el carismático Kevin.
Muchos piensan que las amistades más duraderas inician en la vida universitaria, ya que en esta nuestros valores, gustos e intereses están mejor definidos, y es de acuerdo con ello que elegimos nuestra compañía. Quizás ya no sientas afinidad con quienes fueron tus amigos en la infancia, pero muy probablemente sea distinto con tus amistades universitarias, aunque eso no signifique que sigas en comunicación con todas ellas. Seguro estarán ligadas, para ti, a recuerdos emocionantes.
No todo tiempo pasado fue mejor, pero las personas sí
En diciembre de 2015, el psiquiatra Robert Waldinger dio a conocer algunos resultados preliminares de una investigación que se lleva a cabo desde 1938, conocida como Estudio sobre desarrollo adulto. Durante las más de ocho décadas que tiene en curso, el proyecto ha contado con cuatro directores distintos, siendo Waldinger quien lleva actualmente la batuta. ¿A dónde quieren llegar los investigadores con este exhaustivo trabajo? A obtener cuanta información sea posible sobre algo fundamental para cualquier ser humano: la felicidad.
Hasta ahora, tras analizar el comportamiento y la actividad cerebral de tres generaciones consecutivas, el hallazgo más importante se resume en estas palabras de Waldinger: “Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones”.
Tanto para Waldinger como para Abraham Maslow –uno de los principales exponentes de la psicología humanista–, la necesidad de pertenecer a un grupo y ser reconocidos es casi tan importante como nuestras necesidades fisiológicas y de seguridad, es decir, alimentarnos, dormir y estar a salvo.
Por eso creemos que seguir unido a tu comunidad de egresados resulta tan importante. No se trata solo de estar con ellos para ver a quién se le notan más los años o qué tal le ha ido a quien era el cerebrito de la clase: convivir continuamente es un ejercicio magnífico para recordar quiénes fueron y revivir esos años maravillosos en los que la vida tenía otro cariz y se sentían más rebeldes, fuertes o soñadores. Es una oportunidad estupenda para darnos felicidad.
“Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones”
FUENTES
1.-The Study of Adult Development. - Harvard Second Generation Study
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