En los negocios como en los deportes, en el arte o en la vida misma, la pasión es un ingrediente indispensable para construir una carrera. Sin ella, no solo nos pondríamos metas poco interesantes: hasta podríamos morir de aburrimiento.
Aunque tal vez nunca hayas intentado escribir una obra de teatro, seguro has disfrutado de alguna como público. Por ello, sabes que crearlas debe ser complicado. Como muchas otras cosas en la vida, requiere talento y esfuerzo. ¡Ahora imagínate escribir 172, además de cuentos, poemas y un sinnúmero de textos periodísticos!
Quien alcanzó esta hazaña es Jacinto Benavente (Madrid, 1866). Quizá pensarías que tuvo todo el tiempo del mundo y creció en entornos favorables, pero no es así: desarrolló su prolífica carrera aun cuando vivió de cerca las dos guerras mundiales y la Guerra Civil española. Con todo y todo, ganó el Premio Nobel de Literatura en 1922.
¿Cómo llegar a ser tan prolijo y exitoso en tiempos de gran turbulencia? ¿Qué hace posible una trayectoria llena de frutos aun en la adversidad? El mismo Benavente reveló el factor clave de sus logros en una de sus frases, que el tiempo ha vuelto célebre: “Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿qué valdría la vida?”.
La pregunta de Benavente resuena y da pie a otros cuestionamientos similares: ¿qué sentido tiene hacer las cosas sin pasión? ¿Qué valor tendría vivir sin dar cabida a la locura de intentar (y reintentar) cosas distintas? ¿Qué frutos cosecha quien no da un lugar a estos elementos en su vida? Hoy Benavente es considerado un escritor fuera de serie porque trabajó en ello día con día con pasión.
En un ejemplo más reciente, Michael Jordan, considerado por muchos el mejor jugador de básquetbol de todos los tiempos, dijo: “Si llegas al final de tu vida y estás lleno de frustración porque sientes que no hiciste algo, te amargas. (…). Yo no seré un viejo amargado”.
Aunque no es posible asegurar que el exjugador, de 58 años, se haya mantenido exento de amargura (ni que vaya a hacerlo en los años por venir), una cosa es indiscutible: “Air Jordan” –como solían llamarlo por su extraordinaria capacidad para saltar como si volara– siempre fue congruente consigo y con la pasión que le producía su deporte. “Jugué a tope cada partido de mi vida hasta vaciarme”, llegó a decir en otra ocasión. El resultado de su hacer apasionado salta a la vista: posee seis anillos de campeonato, el récord de 30.1 puntos anotados por partido en toda su carrera y muchos, muchos otros logros extraordinarios.
Volviendo a nuestras preguntas clave, aunque reformuladas: ¿cómo podemos aprovechar la pasión para construir carreras y equipos profesionales exitosos?
“Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿qué valdría la vida?”
Hacer que los ojos brillen
Una pregunta quizá incómoda: a ti, ¿te gusta lo que haces? ¿Eres feliz con tu trabajo? ¿Qué tan cerca –o lejos– estás de decir que te apasiona? De acuerdo con un estudio publicado en 2016 por Gallup, una firma global de análisis y asesoría organizacional con sede en Washington, en México solo un 12% de los trabajadores dice estar satisfecho con lo que hace, mientras que un 60% se reconoce desconectado y el 28% restante se declara totalmente insatisfecho.
¿Cuál es el riesgo de tener una clase trabajadora de 88% de personas desapasionadas? ¿Qué tanto repercute un nivel de insatisfacción tan alto en el desempeño laboral? Un artículo publicado en Revista Códigos, con base en Argentina, subraya que, en promedio, un trabajador satisfecho es 12% más productivo y hasta 31% más competente. Las cifras, según indica, provienen de diversos estudios realizados por la Universidad de Warwick, Wall Street Journal y el Opener Institute for People.
Tomando esto en cuenta, ¿qué están dejando de hacer las empresas mexicanas para tener índices tan bajos de empleados haciendo aquello que les apasiona?
En una charla Ted con más de quince millones de reproducciones, Benjamin Zander, director de la Orquesta Sinfónica de Boston desde 1979, nos ofrece una lección maravillosa sobre el papel de una persona líder en el desarrollo de las pasiones de su equipo, al hablar de una revelación que tuvo cuando entendió que su poder radicaba en su habilidad para hacer sentir poderosos a otros: “Por supuesto, quise saber si lo estaba haciendo bien –declara–. ¿Y saben cómo se descubre? Mirándolos a los ojos. Si sus ojos están brillando, significa que lo estás logrando; si no, hay que hacerse una pregunta: ‘¿quién estoy siendo que los ojos de mis músicos no brillan?’”.
Si tienes un equipo a tu cargo y no ves ese brillo en los ojos de tus colaboradores ni sabes cómo provocarlo, tal vez te sirva revisar esta lista que hace Delys Delgado, en un artículo para The Daily Post sobre cómo es una persona líder apasionada:
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- Corre riesgos.
- Utiliza todo su conocimiento, experiencia y fortalezas en cada proyecto.
- No pone los obstáculos como excusas.
- Coloca el corazón en lo que hace.
- Suele sobresalir en todo.
- Tiende una mano a quien lo necesita.
- No deja de prepararse.
- Ayuda a que la organización salte al éxito.
"Un trabajador satisfecho es 12% más productivo y hasta 31% más competente"
La materia prima de lo extraordinario
Hasta ahora nos hemos referido a la pasión como un atributo positivo, detonador del éxito. De entrada, hay que reconocerla como esa “materia prima con la que se construyen negocios, se crea arte y se ganan medallas olímpicas”, como la define Brad Stulberg, autor de The Passion Paradox. Sin embargo, como él mismo agrega, “si no se tiene cuidado, la pasión también puede convertirse en una fuerza destructiva”.
Algunos psicólogos distinguen dos formas de pasión: armoniosa y obsesiva. La primera nos hace volcarnos en determinada actividad porque nos encanta lo que nos hace sentir; la segunda deriva de un anhelo por obtener reconocimiento y recompensas externas.
La historia de Lance Armstrong es ejemplo claro de cómo la pasión obsesiva puede ser causa de prácticas antiéticas. Reconocido durante décadas como filántropo y el principal ícono del ciclismo, el 22 de octubre de 2012 Armstrong recibió una sanción vitalicia por parte de Union Cycliste Internationale (UCI), tras haber sido encontrado culpable de dopaje. Esto le costó la invalidación de las siete victorias consecutivas que había obtenido en el Tour de France, algo que ningún otro ciclista había conseguido.
Al convertir su pasión por el triunfo en una obsesión, Armstrong dejó de esforzarse por un incentivo armónico, como es la propia satisfacción, para responder a una motivación insana, como es el reconocimiento externo; entre 1999 y 2005, el multicampeón logró engañar a todo el mundo sobre lo que era capaz de hacer, pero lo que seguramente nunca pudo fue engañarse a sí mismo.
“¿Qué valdría la vida sin pasión?”, preguntó Benavente, y no hay forma de responder a esta interrogante que no sea absolutamente personal. Aquello que nos apasiona también es una elección (con mucho de inconsciente e inexplicable, como cualquier gusto).
Sin embargo, sí hay algo en lo que no es difícil llegar a un consenso: sin nuestras pasiones, simplemente no podríamos aspirar a algo que merezca el calificativo de extraordinario, ni construirlo; sin ella, no podríamos llegar a calificar nuestras vidas como plenas ni satisfactorias. Y tú, ¿ya trabajas apasionadamente?
FUENTES
1.- Biografías y vidas - Benciclopedia
2.- Frases Michael Jordan - Psicología y mente
3.- México, el país con mayor insatisfacción laboral de Latam - Forbes
4.- Cómo mantener la motivación en el trabajo - Códigos
5.- Benjamin Zander sobre música y pasión. TED
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