A muchas personas, imaginar su vida sin tener que cumplir con un compromiso de trabajo les provoca una sensación de vacío. Se han concentrado tanto y durante años en su área laboral, que no conciben su felicidad después del retiro. Si te identificas con ellas, quizá te interese seguir leyendo.
Según Fernando Sandoval Arzaga, Director Académico del Instituto de Familias Empresarias (IFEM) en el Tecnológico de Monterrey, entre las principales razones por las que una persona se resiste a jubilarse está el miedo a no saber qué hacer con el tiempo libre. Quienes han pasado toda su vida adulta trabajando, principalmente quienes han desempeñado puestos de alta responsabilidad, tienden a pensar que todo va a terminar para ellos el día que dejen de hacer lo que hacen, que perderán su sentido de la vida.
¿Alguna vez has sentido algo similar respecto a tu trabajo y lo que significó quedarte sin él –o lo que significaría, si aún no llega tu momento del retiro–? ¿La felicidad es entonces solo el trabajo, o de qué otras maneras podemos alcanzarla?
No es difícil imaginar a los primeros Homo sapiens haciéndose estas preguntas hace 70,000 años. En su libro De animales a dioses, Yuval Harari ubica en este periodo una revolución cognitiva impulsada por la aparición de una nueva y compleja manera de pensar y de comunicarnos. Entre otras cosas, nuestros antepasados comenzaron a preguntarse sobre su razón de ser.
Desde entonces, un sinfín de filósofos, psicólogos y otros pensadores se han hecho este tipo de cuestionamientos, y no hay duda de que nuestros motivos para existir se vinculan íntimamente con nuestra felicidad. Aun así, una gran mayoría de nosotros aún buscamos respuesta a estas cuestiones fundamentales.
¿La felicidad es entonces solo el trabajo, o de qué otras maneras podemos alcanzarla?
Vayamos a los clásicos. Para Aristóteles, la felicidad consistía en hacer el bien. Desde su óptica, al ser humano le corresponde ser justo, como a un perro ladrar o a una planta echar raíces; es decir, está en su esencia, y su felicidad dependerá de qué tanto se acerque a dicha naturaleza con sus acciones.
En su artículo “La felicidad en Aristóteles: fin, contemplación y deseo”, Magdalena Bosch, doctora en filosofía por la Universidad de Barcelona, señala: “Para Aristóteles, la felicidad es […] la autorrealización misma del sujeto, que actuando bien se hace a sí mismo excelente y, con ello, feliz”.
Y si hacer el bien es algo que ejecutamos más allá de nuestro trabajo, ¿por qué, entonces, para muchas personas resulta tan complicado imaginarse sin una vida laboral, con el temor de no saber cómo orientar su vida después de ello? Tal vez porque nunca se han preguntado sobre el sentido de la vida y lo que realmente los hace felices. Tantos años se han enfocado en alcanzar el éxito profesional que lo han confundido con felicidad, cuando lo que realmente les hace felices, según la filosofía aristotélica, es lo que hacen por otros, no el trabajo en sí.
Es cierto que hay gente muy afortunada que logra hacer de su mayor pasión una forma de vida y de procurarse el sustento. En estos casos, se entiende mejor que haya una negación a dejar de hacer eso que les apasiona. Ocurre, sobre todo, con carreras artísticas, humanistas o de corte científico, pero aun en estas situaciones, es valioso tener clara la diferencia entre éxito y felicidad.
Para Aristóteles, la felicidad consiste en hacer el bien
En otro artículo de este mismo blog, ¿Recordar nos hace más felices?, referimos la interesante investigación iniciada en 1938 y que hoy dirige el psiquiatra Robert Waldinger, el famoso Estudio sobre desarrollo adulto. Este trabajo, auspiciado por la Universidad de Harvard, busca encontrar la raíz de la felicidad. “Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones interpersonales”, ha concluido Waldinger sobre el hallazgo más importante.
La filósofa y politóloga alemana Hannah Arendt, por su parte y sin saberlo, vinculó las ideas de Waldinger y Aristóteles: después de un rastreo de la felicidad en distintas sociedades, encontró que esta radica en la búsqueda de un bien común, compartido por el grupo social del que se forma parte. La felicidad no solo se contagia: únicamente es posible en su existencia colectiva.
Por su parte, para el israelí Tal Ben-Shahar, experto en psicología positiva –que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”–, la alegría es una habilidad que podemos desarrollar, de la misma manera en que aprendemos a nadar o a montar a caballo.
Para ello, el también doctor en psicología y filosofía por la Universidad de Harvard da seis recomendaciones:
Ben-Shahar habla sobre “darnos permiso de ser humanos”, reconociendo y aceptando nuestras debilidades. Cuando alguien aprende a perdonar sus errores, disminuye la probabilidad de sufrir ansiedad, depresión y baja autoestima.
Tendemos a pensar que beneficios como la salud y el bienestar en general siempre estarán ahí, pero es falso; de ahí la importancia de valorar cuando estén.
Bastan treinta minutos de caminata rápida para que el cerebro secrete endorfinas, opiáceos naturales que producen placer y combaten el dolor.
“Identifiquemos lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, sugiere Ben-Shahar. Querer hacer varias cosas al mismo tiempo aumenta la probabilidad de fracaso y el riesgo de caer en frustración. Además, nos impide actuar de lleno sobre algo.
Este hábito ayuda a reducir el estrés y a llevar nuestros pensamientos a un estado de armonía.
En el ámbito de la física, el término alude a la capacidad de un material para recobrar su forma original tras someterse a una presión deformadora; en el de la psicología, es la capacidad de una persona para recuperarse y salir fortalecida de una situación adversa.
“Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones interpersonales”
Aristóteles, Waldinger, Arendt y Ben-Shahar son solo cuatro entre una inmensa cantidad de pensadoras y pensadores que han estudiado la felicidad. ¿Algo curioso?: ninguno la vinculó con el trabajo como su requisito.
Por el contrario, llegar a una edad en la que se alcanza una madurez incomparable, además de un mayor tiempo libre, es una condición que favorece la búsqueda del sentido personal, y es importante estar consciente de ello para sacarle el mayor provecho posible.
Hacer el bien (y así ser congruentes con nuestra naturaleza humana), fortalecer nuestras redes sociales y contribuir a la felicidad comunitaria, meditar, hacer deporte, desarrollar la resiliencia, agradecer lo bueno, aceptar y reconciliarnos con nuestras debilidades, identificar lo verdaderamente importante y concentrarnos en ello son solo algunas de las muchas ideas para buscar la felicidad, que han surgido de la filosofía y ciencia a través de los años. ¿Por qué no pruebas a ponerlas en práctica, a ver qué resulta?
Si aún tienes dudas sobre el sentido de la vida, conviene volver a Aristóteles, quien dijo alguna vez: “La felicidad es el significado y propósito de la vida, la meta general y final de la existencia humana”.
1. La felicidad según Aristóteles - Cátedra Carlos Llano
2. La felicidad en Aristóteles: fin, contemplación y deseo - Magdalena Bosch
3. ¿Qué nos hace realmente felices en la vida? - BBC News