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¿El éxito depende de la suerte?

Escrito por Relaciones con Egresados | 18/9/2020
“¡Qué suerte que aprobaron mi proyecto!” “¡Qué mala suerte que le dieran el puesto a otro!”  ¿Por qué hay personas a quienes todo parece salirles bien y otras que parecen destinadas a fracasar? ¿El éxito depende de la suerte o es más bien una cuestión de perspectiva?  


Hay una pequeña fábula oriental que nos narra la historia de un criador de caballos quien, una noche, por descuido, deja abierta la reja por donde pacen los animales y estos se escapan. Por la mañana, sus vecinos se acercan para lamentarse. “Qué mala suerte, ¡has perdido todo lo que tenías!”,
 le dicen. “Buena suerte… mala suerte… ¿quién lo sabe?”, responde el cuidador. 

Tres días después, los caballos regresan, seguidos de otros potros salvajes, lo que aumenta  la cuadra de cinco a diez caballos. Nuevamente, los vecinos se acercan, ahora para celebrar: “¡Qué buena suerte, ahora eres un hombre rico!”, le dicen. A lo que el cuidador responde: “Buena suerte… mala suerte… ¿quién lo sabe?”. 

Después del suceso afortunado, el hijo del criador intenta domar uno de los caballos salvajes, pero sufre una terrible caída y se rompe una pierna. Una vez más, los vecinos se lamentan: “¡Qué mala suerte. Tu hijo no podrá ayudarte y tendrás mucho trabajo!”, a lo que el cuidador solo responde: “Buena suerte… mala suerte… ¿quién lo sabe?”. 

Una semana después, el ejército llega a reclutar a todos los jóvenes del pueblo para llevarlos a la guerra. El único que no es reclutado y se salva de morir en la batalla es el hijo del cuidador, que estaba en cama con una pierna rota. ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién lo sabe!

Así, un evento puede ser visto como suerte o desgracia, y el tiempo demostrar lo contrario. Y si así sucede en las vidas de las personas, ¿es la suerte, con sus vaivenes, un factor de las trayectorias de quienes consideramos exitosos? ¿Podemos confiar en ella al construir una carrera, con sus caminos y metas?


LA SUERTE, EL AZAR O SOLO UNA BUENA RACHA 

En los eventos que consideramos inesperados, pareciera que la suerte y el azar van de la mano. Sin embargo, a lo que la mayoría llama ”suerte”, otros, como el psicólogo Richard Wiseman, profesor de la Universidad de Hertfordshire, en Reino Unido, lo consideran una cuestión de actitud y una forma de concebir el mundo. 

Wiseman afirma que la suerte es la creencia que tienes sobre ella. Él realizó experimentos con personas que se sentían afortunadas o desafortunadas con edades de los 18 hasta los 80 años, con el propósito de identificar qué determinaba su éxito o, en dado caso, su fracaso. 

Llegó a la conclusión de que los más exitosos (o considerados con mejor suerte) eran los que mantenían una actitud más consistente.  Después de otros estudios, Wiseman concluyó que la suerte tenía mucho que ver con crear profecías autocumplidas mediante expectativas positivas, y reconoció algunos patrones de conducta comunes en la gente afortunada:

  • Se preparan y planean para crear su buena suerte.
  • Son más resilientes a los eventos inesperados.
  • Son personas positivas que atraen a otras personas positivas.
  • Se alejan de la idea del destino predeterminado.

A lo que la mayoría llama “suerte”, otros, como el psicólogo Richard Wiseman, profesor de la Universidad de Hertfordshire, en Reino Unido, lo consideran una cuestión de actitud y una forma de concebir el mundo

EL AZAR ES EL MOTOR Y LA CAUSALIDAD LA GASOLINA

El primer punto de Wiseman establece la importancia de la atención a las causalidades como factor para domar la suerte. Un caso que ayuda a ilustrar esto es el de Mate Rimac, un muchacho al que le encantaban las carreras de autos. El azar hizo que el motor de su auto explotara en una competencia, lo que detonó en él una pregunta que sería clave para su futuro: ¿por qué usar un peligroso motor de combustión interna, cuando podría utilizarse uno eléctrico?

Mate era joven, tenía ímpetu y estudiaba ingeniería. Su pasión por las carreras fue una casualidad; lo que no fue producto del azar es todo el trabajo de ensayo y error que llevó a cabo antes de empezar a ganar competencias, batir récords,  fundar su propia compañía a los 21 años, Rimac Automobili, que inauguró con un Guiness Record para un auto eléctrico –que construyó él mismo en su garaje–, y, finalmente, hacer el hiperauto eléctrico más rápido del mundo (sí, más veloz que un Tesla): el Rimac Concept One.

El resto de esta historia ayuda a confirmar la relación entre suerte y causalidad: en 2019, Porche, después de solo un año de haber invertido en el proyecto, incrementó su participación en la compañía en un 15.5%. De nuevo: aunque es suerte que Porche invirtiera en ellos, la compañía puso el ojo en el Rimac Concept One porque sus estándares de calidad auguraban un futuro seguro para la inversión. El trabajo de perfeccionamiento de Mate y su equipo, detonado por la suerte, rindió frutos. Además, Porche seguramente sabe mucho mejor que nosotros hacia dónde va el automovilismo y no se quiere quedar sin su trozo de pastel (el conocimiento tampoco es casualidad, pero provoca causalidad).

La actitud de Rimac refuerza la idea del escritor argentino Jorge Luis Borges sobre el azar: “[...] no hay azar, [...] lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”. De acuerdo con Borges, si ponemos suficiente atención a los eventos que nos rodean, es posible visualizar en el horizonte una racha de oportunidades. Es tan sencillo como conectar los puntos.


SUERTE A FAVOR: CULTIVANDO EL FACTOR Q

Por otro lado, más allá de la causalidad, los golpes de suerte pueden formar rachas que podemos aprovechar. El problema, tal vez, es que no sabemos cuándo estos van a ocurrir. Por lo menos así lo señala Dashung Wang, profesor asociado de la Kellogg School of Management, en la Universidad de Northwestern.

En un estudio en el que se analizaron las carreras de más de 10,000 científicos, Wang y su equipo revelaron que los investigadores pueden ser muy productivos toda su vida profesional, pero ese trabajo arduo no garantiza que lograrán un gran impacto en cuanto a sus aportaciones y hallazgos. 

Gracias a esta investigación, también encontraron que un gran hallazgo era difícil de predecir. No obstante, una vez que se alcanzaba el pico de mayor impacto, este podía traer consigo una buena racha, dando lugar a varios más, sin importar si el científico era muy joven o muy viejo. A esa racha de buena suerte se le denominó “factor Q”.

El factor Q no es solo producto de educación, inteligencia y motivación. Además incluye, y con un papel preponderante, la capacidad para tomar ventaja del conocimiento disponible y convertirlo en una constante o, para decirlo coloquialmente, tomar una oportunidad aislada y transformarla en una buena racha en la que todo sale bien.

Aunque existen muchos factores más allá de las habilidades del individuo para lograr un impacto, como la disposición de recursos, la cultura o las instituciones, Q es el factor que más tiene posibilidad de potenciar dicho impacto. Según Wang, entre más sepamos sobre este factor, más información tendremos sobre cómo las personas pueden desarrollar su potencial.

En este viaje “echado a la suerte”, hemos descubierto la importancia de estar preparados para aprovechar las oportunidades cuando se presenten, sobre todo si se convierten en buenas rachas

LA SUERTE EN EL MUNDO LABORAL: EL MEDIOCRE HABILIS

Todos podemos identificarnos con un hecho propio de la vida actual: en los equipos laborales, cuando se habla de éxito o de suerte, estas palabras no siempre designan al más talentoso o capaz. Personas cuyo desempeño se considera mediocre ganan proyectos o suben de puesto y dejan a un lado a personas con talento. ¿A qué se debe?

La medianía no era mal vista en tiempos de Aristóteles o Montaigne, quienes apreciaban la moderación del espíritu. La excesiva competencia y obsesión por destacar en las sociedades modernas nos ha llevado a despreciar la raíz medhyo, de mediocre, cuya definición es “lo que está en medio”, y confundirla con otros términos, como ventajoso. Así, desde una perspectiva distinta y original, descubrimos que el que obra en la medianía tiene la capacidad de adaptarse, de ser resiliente y permanecer de pie a costa de todo. 

Si seguimos la tesis de Weisman de crear la suerte, en lugar de creer en la suerte, descubriremos que aquellas personas en las organizaciones a las que el escritor Gabriel Zaid define, en su artículo de Letras Libres, como mediocre habilis, “suelen acomodarse, administrar sus relaciones públicas, modelarse a sí mismos como producto deseable, pasar exámenes, ganar puntos, descarrilar a los competidores, seducir o presionar a los jurados, conseguir el micrófono y los reflectores, hacerse popular[es], lograr que ruede la bola acumulativa hasta que nadie pueda detenerla”. ¿Le llamarías a eso buena suerte?, ¿Qué podrías aprender de estas habilidades de quienes consideramos que viven en la mediocridad?

Merecido o no, el éxito de quienes señalamos como mediocres está lejos de ser producto de la suerte, y tal vez, solo tal vez, por ello causa cierto resquemor entre quienes son muy talentosos y esforzados, y adjudican a esto un merecido destino brilloso, sin tener que apelar a sus habilidades sociales y sin aprender a tolerar la frustración, capacidades que el mediocre puede manejar como un experto.

Si uniéramos la mentalidad creadora de la suerte de Weisman con el factor Q y las habilidades de la medianía, esta mezcla podría funcionar como elemento causal de nuestro éxito personal y profesional. Después de todo, el que vive sin esforzarse demasiado, al menos en apariencia, ve la vida a un ritmo que le permite considerar aspectos para tomar decisiones distintas de los que consideran quienes están constantemente enfocados en el esfuerzo. Causalidades para favorecer las casualidades. ¿Lo habías pensado?

AL FINAL, UNA CARTA BAJO LA MANGA

En este viaje echado a la suerte, hemos descubierto la importancia de estar preparados para aprovechar las oportunidades cuando se presenten, sobre todo si se convierten en buenas rachas para el éxito personal. Claramente, ningún logro construido sobre el azar es tan duradero como el que se posiciona sobre una estructura personal educativa, de carrera o experiencia, de inteligencias diversas bien trabajadas... 

Una invitación: la próxima vez que algo te salga bien, o que algún colega gane un proyecto que pensabas destinado a ti, en vez de atribuirlo a la suerte, reflexiona si has sabido aprovechar las oportunidades y si mantienes claros tus objetivos. ¿Cómo podrías hacer de eso que salió bien un factor de cambio para tu futuro? ¿Qué podrías aprender del resultado ocasionado por el azar para que sea tu carta bajo la manga en nuevos desafíos? 

Como hemos visto, seas emprendedor o científico, requieres de los mismos ingredientes de preparación que necesita, digamos, un boxeador: entrenamiento de las herramientas de trabajo y la técnica, y el estudio minucioso del objetivo a superar. Claro, en la vida siempre hay espacio para el azar, pero el alcance final del resultado dependerá en un 99% de la constancia, pasión y dedicación que le imprimas a cualquier proyecto, y del poder que le des al aprendizaje obtenido de los resultados, positivos o negativos. Así, en realidad, cuando tengas una buena racha, el factor Q será tu auténtico trébol de cuatro hojas.

 

FUENTES

1.- Estudio sobre la suerte - Richard Wiseman

2.- Auto Eléctrico más Rápido - Rimac concept One

3.- Estudio de productividad - Dashun Wang