En un futuro no muy lejano alguien podría afirmar: “Durante la pandemia, conocida como la época del gran confinamiento, niños y jóvenes aprendieron a estudiar en casa, guiados por un tutor a través de un dispositivo electrónico. Los padres trabajaban también en el hogar, mientras los adultos mayores aportaron su experiencia sobre colaboración y relaciones humanos a grandes proyectos mediados por lo digital. Así se modernizó y cambió para siempre la idea que teníamos de la escuela”.
¿Suena a ciencia ficción? En la última década, el sector educativo había mostrado ya una clara tendencia a apoyarse cada vez más en la tecnología dentro de las aulas de todos los niveles. Las universidades de todo el mundo hacían grandes esfuerzos por ofrecer cursos en línea con resultados medianamente exitosos en países desarrollados, pero aún bajos en las naciones de Latinoamérica, como puede apreciarse en el caso de México en esta gráfica con datos anteriores a la emergencia del COVID-19:
Así, previo al confinamiento, mientras el 76% de mexicanos usaba internet para informarse en general, solo el 43% buscaba cursos en línea. Aunque la idea de la digitalización rondaba por los pasillos de los campus, los métodos de la escuela tradicional seguían profundamente arraigados en el inconsciente colectivo.
En diciembre de 2019, cuando se dio el primer brote de COVID-19 en China, tuvimos que modificar el rostro del mundo como lo conocíamos en diversas esferas, particularmente en la educativa. Las escuelas, como las empresas para mantener sus labores, se volcaron a plataformas tecnológicas adecuadas para educación y, en cuestión de semanas, los niños y jóvenes se habían conectado para continuar con sus clases desde la sala o el comedor de su casa, esto en países de todo el mundo. Instituciones como el Tecnológico de Monterrey diseñaron y pusieron en operación velozmente modelos educativos novedosos donde toda su oferta académica habitual se convirtió de presencial a digital. Incluso, en naciones como la nuestra, los sistemas educativos públicos utilizaron los canales televisivos de señal abierta para llegar a los estudiantes que no tuvieran acceso a internet. La educación a distancia, en breve, se impuso frente a su formato tradicional, que llevaba siglos en ejecución.
El cambio en los métodos de aprendizaje no solo se dio para los niños y jóvenes en edad escolar. Los adultos, algunos aburridos por el encierro, empezaron a tomar cursos, asistir a webinars y masterclasses, o seguir rutinas de ejercicio en plataformas como YouTube.
Para las instituciones que ya tenían en su visión el e-learning, este ha sido un momento clave para poner en marcha lo que llevaban años imaginando: la educación en línea para todos, sin importar el nivel o el tema.
Para las escuelas que ya tenían en su visión el e-learning, este ha sido un momento clave
Hay una frase comúnmente atribuida a Julio Verne, —considerado entre los principales precursores de la ciencia ficción—, que dice: “Si lo puedes imaginar, entonces lo puedes crear”. Da Vinci imaginó un submarino, Verne un viaje a la luna. Ninguno de ellos contaba en sus respectivas épocas con la tecnología para hacer realidad dichos sueños, pero, siglos más tarde, hubo ingenieros que lograron rediseñar sus ideas y convertirlas en realidad. ¿Recuerdas cómo imaginabas el futuro cuando eras niño? ¿Has imaginado cómo será el futuro de tus nietos?
Ahora bien, si hablamos de educación y planteamos un escenario hipotético en que aprovecharas tu experiencia personal para ser mentor de otros, ¿usarías para educar alguna tecnología conocida, como la realidad virtual? ¿O serías como Aristóteles y sus jóvenes peripatéticos, que solían dar paseos al aire libre mientras se preguntaban sobre el sentido de la vida y el origen de todo? ¿Qué tanto retomarías de los formatos de educación con que tú fuiste educado para ayudar al aprendizaje de los jóvenes de hoy?
Como sea que te imagines enseñando a otros, está claro que el acompañamiento interpersonal es algo que tenemos que incluir cuando imaginamos la educación del mañana, esto por la unicidad, la personalización y la empatía que se logran con la presencia de un ser humano frente a un estudiante (o un grupo de ellos), alcances que la inteligencia artificial no ha sido capaz de emular del todo.
Podemos imaginar que la educación del futuro, aun después de la pandemia reciente, no estará basada solo en información y datos fluyendo a través de dispositivos electrónicos, como tablets y smartphones, sino en una experiencia de aprendizaje significativo donde el mentor o guía está integralmente comprometido con el proceso (lo que dejaría en segundo plano la mediación tecnológica y reduciría la potencial amazonización de los niños y jóvenes estudiantes, convertidos de estudiantes a clientes, propia de la visión del futuro que ha compartido el empresario Jeff Bezos).
En la historia de las mentalidades, algunos autores coinciden en que las crisis pueden influir positiva o negativamente en la sociedad y modificar sus creencias. Un ejemplo está en el aumento del sentimiento social sobre la muerte por efecto de las epidemias o cuando tiene lugar una catástrofe telúrica o económica (Mellafe y Loyola, 1994).
Tomando en consideración estas experiencias pasadas, el fenómeno actual del cambio de mentalidad en torno a aspectos como la distancia social o el uso de las tecnologías de la comunicación hace total sentido como consecuencia de la crisis recién vivida.
En esos términos, la crisis sanitaria —y económica, su consecuencia— nos ha exigido ser innovadores para encontrar otras formas de acceder a la educación. Quizá este movimiento se comporte como un péndulo que nos hace volver a lo básico en ciertos aspectos, como nuestro uso del tiempo, pero también puede lanzarnos hacia el futuro de una manera que aún no alcanzamos a imaginar.
Reconocemos que es imposible predecir el futuro, pero podemos imaginar un escenario plausible
En esos términos, la crisis sanitaria —y la económica, su consecuencia— nos ha exigido ser innovadores para encontrar otras formas de acceder a la educación. Quizá este movimiento se comporte como un péndulo que nos hace volver a lo básico en ciertos aspectos, como nuestro uso del tiempo, pero también puede lanzarnos hacia el futuro de una manera que aún no alcanzamos a imaginar.
Y dado que los seres humanos no solo necesitamos a alguien que nos proporcione datos, sino a una persona que nos inspire y sirva de ejemplo, la figura del profesor frente al grupo o mentor se anticipa como una de las presencias que mantendremos en el proceso educativo, sin importar la plataforma que utilicemos o qué tanto tengamos que guardar la sana distancia en el salón de clases virtual o presencial del futuro. La idea de un maestro y su discípulo enfrentando juntos problemas, gestionando las emociones en situaciones límite y contemplando la vida en sí misma —sin importar que sea física o virtualmente— resulta invaluable e irrenunciable para seguir desarrollando a nuestras sociedades, en crisis o sin ellas.
Finalmente, si bien reconocemos que es imposible predecir el futuro, también sabemos que podemos imaginar juntos un escenario plausible para él, considerando las tendencias sociales, políticas, económicas y tecnológicas. Ante los cambios abiertos en el modelo educativo tradicional, ¿qué podríamos tomar de la educación de antes, y cómo convendría que la proyectáramos hacia el después? ¿Lo has pensado?
1.-15º Estudio sobre Hábitos de los Usuarios de Internet en México. - Asociación de Internet MX
3.- La memoria de América colonial: inconsciente colectivo y vida cotidiana. - Mellafe, R. & Loyola, L.