El enfoque estándar o tradicional para predecir la conducta humana nos sugiere que las personas tomamos en cuenta toda información disponible para sopesar los pros y contras cuando debemos tomar una decisión. Sin embargo, el enfoque conductual nos muestra que muchas decisiones las tomamos con el estómago, es decir, de forma irracional, y no siempre acertamos al elegir lo mejor para nosotros mismos.
Lo interesante del enfoque conductual es que nos permite conocer a detalle por qué las personas tomamos ciertas decisiones que a la larga resultan perjudiciales. Por ejemplo, en México no ahorramos lo suficiente, aun cuando sabemos que en un futuro vamos a necesitar dinero para el retiro. Para modificar una conducta como esta, las ciencias del comportamiento motivarían nuestra acción a través de pequeños pero significativos llamados de atención, o empujoncitos.
Basándose en las ciencias del comportamiento, Richard Thaler (Universidad de Chicago) y Cass Sunstein (Universidad de Harvard), en su libro Nudge, han analizado los distintos aspectos que influyen en nuestras decisiones sobre salud, bienestar y felicidad. Sunstein relata en una entrevista que la idea de utilizar el término nudge (que se traduce como “empujar”) tiene su origen en la manera en que los elefantes orientan a sus crías. Cuando estos autores hablan de un “empujoncito”, se refieren a diseñar planes más adecuados, oportunos, naturales y atractivos para la conducta humana en ambientes específicos y, por tanto, con verdaderas probabilidades de que alguien actúe de cierto modo, en teoría, para su propio beneficio.
Entonces, a sabiendas de que en México culturas ligadas al bienestar para el retiro, como la del ahorro, no están muy arraigadas, ¿cómo podríamos empujarnos a mejorar las posibilidades de alcanzar el anhelado bienestar en nuestra etapa posterior al ejercicio de la vida laboral? ¿Podemos tomar mejores decisiones para lograrlo? Hay diversas formas, pero todas las que parten de la aportación de las ciencias cognitivas coinciden en un punto: necesitamos visualizarnos a nosotros mismos en años futuros para empezar a tomar buenas decisiones sobre ese futuro. Aquí te compartimos algunas ideas novedosas y ejercicios que podrían ayudarte al respecto.
En la juventud, una de las cosas que más apreciamos es el tiempo que tenemos libre para convivir con los amigos, viajar o probar diferentes formas de habitar en comunidad. Cuando somos jóvenes, nos mostramos flexibles a mudarnos a otro país, a empezar negocios o aprender de otras culturas.
Durante la mediana edad, el tiempo para uno mismo y los amigos se ve restringido por las preocupaciones diarias, pero ya jubilados podemos recuperar aquel tiempo libre, uno de nuestros recursos más valiosos. Ahora bien, ante la llegada de una etapa de cese de actividades profesionales, ¿cómo podemos planear el futuro y pensar en plazos más alejados de nuestro día a día? ¿Podemos hacerlo pensando en necesidades más allá del ahorro o las finanzas? Abrirse a nuevas ideas y posibilidades puede ser una forma creativa de planear el siguiente paso en tu retiro.
Entre las principales barreras psicológicas para tomar buenas decisiones están, precisamente, las creencias arraigadas, que nos llevan a actuar de manera poco lógica. Con la edad, pues, nos instalamos en la idea de que “ya no estamos para eso”. Y mientras más adultos nos hacemos, somos más reacios a cambiar ciertas conductas, como mudarnos de casa, deshacernos de nuestras pertenencias, conocer personas diferentes o emprender algo nuevo.
Aunque nuestro cuerpo pierda juventud, nuestra mente puede seguir ganando jovialidad. Así que, para mantenernos flexibles a la hora de decidir sobre el retiro, este será nuestro primer empujoncito: ¿qué te parecería la idea de pasar tu retiro viviendo con tus amigos?
¿Quién no preferiría compartir su tiempo y espacio con un amigo que con un extraño?
La idea de vivir en comunidad, con personas afines en cuanto a gustos y creencias, no es nueva. La imaginaste o viviste de joven, y ahora puedes retomarla con una experiencia enriquecida.
Esta idea recibe el nombre de cohousing. La retrata muy bien la película Guten Tag, Ramón, del director mexicano Jorge Ramírez-Suárez (2013), cuya trama gira alrededor de Ramón, un joven que vive en una ranchería de Durango y decide emigrar a Alemania para mejorar su calidad de vida y tener un ingreso suficiente para mantener a su madre y comprar los medicamentos que su abuela necesita.
Al llegar a Alemania, Ramón descubre que las posibilidades para un inmigrante ilegal son complicadas; pronto se queda sin recursos y sufre un fuerte choque cultural. Esto mejora cuando conoce a Ruth, una mujer de la tercera edad que habita en un edificio donde todos los inquilinos son pensionados y viven solos, sin familia ni amigos que los visiten.
Por azares del destino, Ramón empieza a relacionarse con los vecinos de Ruth, y a ayudarles a incrementar su bienestar: les enseña a bailar, los pone en contacto con nuestra cultura y forma de ser, y esos seres solitarios, que solo buscaban pasar sus últimos días con la mayor dignidad posible, descubren en esos lazos recién formados una nueva forma de ver y vivir el mundo, acompañados por gente que aprecian y generando comunidad.
El senior cohousing, o vivienda colaborativa, nació en los años sesenta, luego de que unos jóvenes daneses, en pleno boom de la onda hippie, encontraron que podían vivir de forma cooperativa, compartiendo gastos aunque viviendo en casas separadas. Pagaban una renta al mes que les servía para cubrir los servicios, comprar despensa y saldar todo lo que hiciera falta.
Esta práctica se extendió por Europa, y muchos jóvenes pudieron vivir independientes de sus familias sanguíneas de esta manera. Con el tiempo, llegó a América y, particularmente en Estados Unidos, fue bien recibida, sobre todo por adultos mayores, quienes encontraron así una forma amigable de evitar los asilos u otras formas de vivienda asistencial. ¿Quién no preferiría compartir su tiempo y espacio con un amigo que con un extraño o cuidador?
Ahora más que nunca, la situación de aislamiento de los adultos mayores ha puesto en la mira las casas de retiro, cuya densidad de población, particularmente dañina durante la pandemia del COVID-19, ha exhibido las fallas de dicho modelo. Tomando esto en cuenta, el cohousing destaca como una gran alternativa, empezando por el hecho de que la población es menor –máximo seis adultos en casa–; además, las visitas son reguladas por los mismos propietarios, no por autoridades. Y a ti, arriesgándote un poco a una idea distinta, ¿te parecería una opción adecuada para tus años de retiro?
¿Cuál es el principal beneficio del cohousing? Vivir rodeado de personas queridas, en un círculo fraterno, aun cuando la familia no vaya de visita, o no con la frecuencia deseada
Ahora bien, la idea de mudarte y dejar todos tus recuerdos atrás puede hacer menos deseable para ti el hábitat en cohousing. Todo cambio en la vida requiere apertura a lo diferente y a la novedad. El retiro mismo, como posibilidad futura, supone prepararse para un nuevo periodo, y eso puede provocarte estrés incluso si te preparas con antelación para vivirlo. Por ello, te proponemos algunos ejercicios que pueden ayudarte a anticipar esta etapa de tu vida.
Este ejercicio da un poco de miedo, pero es muy saludable: imagina que empieza un incendio y tienes solo dos minutos para ponerte a salvo. ¿Qué te llevarías? De todo lo que hay en tu casa, ¿qué necesitarías realmente para vivir?
Te quedes en tu casa de siempre o aceptes el cohousing como una posibilidad, tu retiro puede suponer una enorme oportunidad para ganar espacio. Muchas de las cosas que atesoramos como valiosas a la larga se vuelven una carga emocional y física.
Mantener el orden y la limpieza puede ser una tarea agotadora a cierta edad, pero la estrella japonesa del orden, Marie Kondo, nos diría: “si no sabes lo que hay guardado en el cajón, no lo necesitas”. Lo mismo sucede con lo que no guardamos en un cajón, como los artículos sobre las repisas, los electrodomésticos y los papeles.
Además, suponiendo que tu familia irá variando su tamaño por la salida de casa de tus hijos, ten en cuenta que cuando una casa no está habitada completamente, termina por lo general siendo un depósito de objetos inútiles. Preparar tu retiro es también el momento para cuidar el lugar que habitas.
Practicar el desapego puede ayudarnos a rediseñar nuestra vida en un espacio más cómodo, pequeño y funcional. Además, nos deja más tiempo (y espacio) libre para invertir en otras actividades y hacernos de objetos y recuerdos nuevos y estimulantes.
Este ejercicio ayuda a analizar nuestras relaciones interpersonales ante nuestros años de retiro. Imagina que te invitan a abordar un crucero para viajar por el mundo y solo puedes llevar a tres personas que no sean parte de tu familia, y con quienes disfrutes compartir el juego, la comida, la siesta o algún deporte. ¿Quiénes serían? ¿Qué te gusta tanto de ellos como para elegirlos?
Este ejercicio nos muestra cómo se encuentra nuestra salud social y ayuda a recordar nuestros lazos más cercanos. Si no ubicas a nadie con quien quisieras compartir esta experiencia, podrías estar pasando por un momento de aislamiento o soledad. Si este es tu caso, ¿te ayudaría “refrescar” tus relaciones sociales para mejorar tu perspectiva para el retiro, haciendo cosas como volver a hablarle a algún amigo que hace tiempo no frecuentas, o tal vez retomar o sanar un lazo roto con algún familiar?
Este último ejercicio no implica imaginar, sino accionar: organiza una comida con tus mejores amigos; aquellos con quienes compartes intereses y disfrutas pasar el tiempo. Algo que enriquecería la velada es que conversen entre ustedes sobre qué está haciendo cada uno para procurar bienestar en el retiro (incluso tal vez te sorprenda que alguno de ellos mencione el cohousing antes que tú).
Utilicen sus experiencias para presentar sus propios proyectos, con particular énfasis en aquellos que están haciendo como inversión a futuro. Compartan pros y contras de cada proyecto, como la rentabilidad y los beneficios emocionales que cada idea podría tener.
Compartan y analicen juntos sus diferencias. Imaginen si existe incluso la forma en que algunos de ustedes emprendan de la mano algo de lo pensado. ¡Se trata de que imaginen comunitariamente la mejor de sus etapas posibles! Y, sobre todo, escucha las propuestas de tus amigos: incluso si el proyecto no se lleva a cabo, el ejercicio te dará mucha perspectiva.
Por último, aprovechando este ejercicio de exploración de ideas grupales, revisa tus finanzas y diseña un plan con herramientas de ahorro o inversión. Por ejemplo, si tienes una casa grande, considera venderla y comprar (incluso junto con tus seres queridos) una propiedad en condominio. Puedes usar el excedente en otro tipo de inversión, o bien, puedes rentarla y usar esos ingresos para reinvertir. Explora todas las posibilidades, tal vez puedas estar frente a una nueva oportunidad de negocio.
¿Te animas a poner algo de esto en práctica?
1.- México: Un país consumista que no sabe ahorrar ni invertir - Tu Dinero
2.- Aumenta tu ahorro para el retiro con ciencias del comportamiento - Forbes
3.- Richard Thaler and Cass Sunstein on "Nudge" - The University of Chicago
4.- Tidy your space, transform your life - KonMari
5.- 5 planes financieros para después de la jubilación - ExpansiónMx